Gaza: La última fortaleza de la humanidad

Gaza, a pesar de toda la muerte y la destrucción, está redefiniendo la humanidad. Le recuerda al mundo que el coraje no necesita ejércitos, que la dignidad no puede ser bombardeada y que la resistencia no es solo un acto político, sino un acto existencial. Foto: Agencia Anadolu
Por: Muaz Mussa
22 de mayo de 2025 Hora: 17:31
La causa palestina y los derechos del pueblo palestino han representado una prueba y un desafío tangibles para todo el sistema internacional desde su concreción después de la Segunda Guerra Mundial, no sólo a nivel moral y ético, sino también a nivel práctico ante un mundo golpeado por las crisis por todos lados. Sin embargo, todas esas crisis, sin excepción, son síntomas de la incurable enfermedad llamada entidad sionista, ente que el mismo sistema internacional creó y le otorgó -de manera despiadad – hace 77 años un falso certificado de nacimiento a costa de los derechos del pueblo palestino.
El pueblo palestino se levantó de las cenizas de la Nakba, la aniquilación y el desplazamiento, para encontrarse solo enfrentado a un mundo injusto que había otorgado a una banda de mercenarios sionistas un derecho en su tierra, y había preparado mecanismos para su expulsión y asesinato. Al observar atentamente la escena, identificó a una nación árabe e islámica vagando sin rumbo, sin identidad y a la sombra de los proyectos de “pseudo estados” que pretendían excluir a los palestinos y preservar los planes impuestos por las potencias occidentales. En este contexto, el espíritu de lucha y resistencia palestina estableció el núcleo para cualquier proyecto que se presentara como un contrapunto tangible a las ecuaciones de poder, los intereses materiales, el monopolio de la historia, el secuestro del presente y la imposición del futuro.
Han pasado casi ocho décadas desde la Nakba, durante las cuales el panorama regional e internacional ha ido cambiando hacia un control casi absoluto por parte de la entidad sionista. Mientras tanto, los regímenes árabes e islámicos no han logrado construir ningún proyecto autosuficiente que preserve sus identidades y defienda sus intereses. El pueblo palestino no fue inmune a estos cambios, pero se volvió más arraigado y rígido, la conciencia de su resistencia se desarrolló en proporción directa al estado de decadencia mundial ante el sionismo.
Justo cuando la entidad sionista, sus partidarios y el sistema occidental dominante se preparaban para dar los toques finales al proyecto de consumar la Nakba, borrar del mapa al pueblo palestino y pasarlo por alto literal e históricamente, estalló el Diluvio de Al-Aqsa para abortar los esfuerzos sionistas de hace décadas, detener los planes de recrear la identidad árabe e islámica atacando al Islam mismo, restaurar la conciencia de millones de jóvenes en el mundo árabe e islámico y en el corazón de las potencias occidentales, y golpear el corazón de la narrativa sionista.
El Diluvio de Al-Aqsa estalló para reforzar la crisis de la identidad artificial de la sociedad sionista, anticiparse a los intentos del gobierno terrorista de Netanyahu de disipar las disputas internas a expensas de nuestro pueblo y sus derechos, para así reposicionar a la entidad sionista como vanguardia que garantice la superioridad de las hegemonías.
Diecinueve meses han transcurrido desde la campaña de genocidio, judaización e israelización lanzada por el gobierno de la entidad sionista en un intento fallido de hacer retroceder el reloj, implementando la esencia de la mentalidad sionista, ha ido más allá que Hitler y Hulagu en su invasión y desafío a la geografía política, bailando al son de profecías talmúdicas, regocijándose en sus capacidades militares y tecnológicas que le han permitido practicar las formas más atroces de asesinato y tortura contra un pueblo indefenso excepto por la fuerza de la fe y la dignidad. Ha lanzado sus bombas estadounidenses sobre bebés, mujeres, mezquitas, escuelas, hospitales, periodistas y trabajadores humanitarios.
A pesar de sus grandes logros militares, y sus exhibiciones de fuerza, aprovechando el estado de fragmentación de la región, el gobierno terrorista de “Israel” sigue prisionero de sus alucinaciones, incapaz de transformar sus logros militares en cambios estratégicos. Por eso, recurre a más fuerza y terrorismo, persiguiendo un espejismo que no encontrará. Su fuerza se ha convertido en su maldición y su liderazgo en su enemigo, como lo reconocen decenas de voces de la misma entidad sionista.
En esta escena, Gaza se erige como el último bastión de la humanidad resistiéndose a la matanza, el hambre y la limpieza étnica. Gaza está sangrando la sangre más pura sobre tierra sagrada, gritando ronca, desafiando un sistema compuesto de hipocresía y colusión, como una campana de alarma para la humanidad, exponiendo la falsedad del discurso de los derechos humanos y la democracia como una mera herramienta para moldear el mundo a la medida de los intereses occidentales, un discurso que defiende la ocupación, justifica sus masacres y acusa a la víctima de terrorismo simplemente porque se resiste al genocidio. El derecho palestino a la vida se ha convertido en un “punto de vista” sujeto a criterios geográficos, políticos y económicos.
La verdad sobre el sistema internacional, desde el Consejo de Seguridad hasta la Corte Penal Internacional, ha quedado expuesta. Está vinculado y sujeto a la influencia sionista y a los mafiosos intereses económicos. El discurso que defiende y encubre las violaciones de la entidad sionista ha ido más allá de ser un discurso de doble rasero, y ha quedado clara su esencia: un discurso sionista, racista, fascista, que ignora la existencia del ser humano palestino, considera su existencia como un obstáculo a sus proyectos. El sistema internacional creado después de la Segunda Guerra Mundial está colapsando, el mundo está cambiando más rápido de lo que creemos.
Pero la paradoja que la ocupación se niega a comprender es que cada ola de represión genera una ola de conciencia. La firmeza y la resistencia del pueblo palestino en Gaza se han convertido en un motor del despertar global, manifestaciones de millones de personas libres en Madrid, Londres, La Haya y Nueva York. Además de las campañas de boicot económicos y académicos, la Gaza sitiada y sangrante está redefiniendo el derecho y la justicia en la conciencia de los pueblos. Las imágenes de niños enterrados bajo los escombros, los llantos de madres desconsoladas y la resistencia de los médicos bajo el fuego ya no son meras escenas pasajeras. Se han convertido en una nueva conciencia global que impune al sistema internacional una prueba real. De hecho, muchos intelectuales afirman que esta creciente conciencia ya no es una opción, sino más bien la última oportunidad para salvar la humanidad de la caída libre hacia una era de la ley de la selva.
Lo que ocurre hoy en Gaza no es sólo una prueba moral, sino un punto de inflexión histórico que determinará el futuro del orden internacional. Tenemos dos opciones, no hay una tercera:
O bien la comunidad internacional restablece el respeto por el derecho internacional y la justicia, exige cuentas a la ocupación por sus crímenes y pone fin al sionismo.
O la humanidad caerá completamente en la trampa de rendirse ante el sionismo global y sus intereses económicos asociados, y con su muerte se declarará que sólo la fuerza es ley.
Gaza, a pesar de toda la muerte y la destrucción, está redefiniendo la humanidad. Le recuerda al mundo que el coraje no necesita ejércitos, que la dignidad no puede ser bombardeada y que la resistencia no es solo un acto político, sino un acto existencial. Es la última fortaleza que no cayó, ni militar ni moralmente. Si el mundo no escucha hoy los gritos de Gaza, solo oirá el sonido de su colapso moral.
Autor: Muaz Mussa
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